Pisé y pisé
charcos que se formaban
en los boquetes del adoquinado.
Reverberaban una apocada
y desfigurada imagen
de mi rostro.
Me hago hueco,
vagando,
entre las ignominiosas miradas
de una sociedad
que halla su mayor consuelo
en la hipocresía.
El vagón, desocupado, desdichado.
Sedente en el álgido suelo.
Traficando con anhelos
y desconsuelos.
Una melodía compungida
acompasa mi trayecto.
Tanteando sensaciones.
Intangibles texturas.