Anduve y anduve
sobre hojarasca.
Pisé y pisé
charcos que se formaban
en los boquetes del adoquinado.
Reverberaban una apocada
y desfigurada imagen
de mi rostro.
Me hago hueco,
vagando,
entre las ignominiosas miradas
de una sociedad
que halla su mayor consuelo
en la hipocresía.
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